jueves, 5 de julio de 2012

¿Dónde está Rajoy?


Aumenta la desconfianza hacia el Gobierno al no convocar el debate sobre el estado de la nación


La decisión de Mariano Rajoy de no convocar este año el debate sobre el estado de la nación ha despertado tensiones en los escaños del Parlamento. Aún no se saben los motivos que han llevado al Ejecutivo a no realizar este debate en la Cámara Baja. Sin embargo, parece que la no convocatoria de este proceso  –que apenas gozaba de protagonismo en la sociedad- ha aumentado aún más si cabe, el descontento de muchos sectores de la población; empezando por los miembros del Congreso que forman la oposición, y terminando por una ciudadanía cada vez más aquejada del malestar que supone la fiebre de la crisis. Esta decisión tomada por un gobierno que firma los recortes en nombre de una herencia transmitida y austeridad puede suponer dos aspectos. El primero confiere a la puesta en evidencia de la transparencia que caracterizaba al PP en la campaña electoral. El segundo aspecto ahonda más en el seno del Congreso, que hace ver que el Gobierno falta al respeto a los diputados, o así quieren dejar claro el PSOE y el resto de grupos parlamentarios de la Cámara Baja. Son estos los que han hecho la petición de que este proceso esté obligado a hacerse por ley, pues el debate sobre el estado de la nación no figura en la Constitución.  Pudiera decirse que el señor Rajoy no está obligado legítimamente a dar la cara frente al Parlamento, pero ¿y éticamente? Esta ausencia de respuestas al Congreso por parte del Gobierno hacen aún más evidentes todas esas afirmaciones que acusan a Rajoy de ser el eterno ausente. Pero interiorizando aún más, se pone en duda la utilidad del Congreso como órgano de control.

Como se ha dicho, el debate sobre el estado de la nación no es un proceso constitucional, ya que no figura en la carta magna. Pero sí es un elemento democratizador que resulta ser un instrumento de control al gobierno y un mecanismo bastante útil para sintetizar y hacer un balance de la política efectuada por el gobierno durante el primer año de legislatura. Desde que en 1983 Felipe González llevase a cabo el primero, se han convocado 22 sesiones de este tipo, llevándose a cabo de manera simultánea, a excepción de ocasiones en las que se habían convocado elecciones. Rajoy parece usar este hecho como excusa para hacer oídos sordos a la petición de los diputados de realizarlo.

El PP se presentó a las pasadas elecciones con las consignas de transparencia y verdad. Comenzó su andadura en el gobierno tomando las medidas más duras que España ha tenido, poniendo en peligro aún más, el Estado del Bienestar con políticas de recortes y austeridad. A pesar de los daños sufridos, los españoles se lo perdonamos, relativamente –no quedaba otro remedio- porque somos conscientes de que vivimos tiempos difíciles, además de que esta vez se nos estaban diciendo las cosas tal y como eran, a diferencia del gobierno anterior.

Sin embargo, la nueva postura tomada por el señor Rajoy de esquivar, de evitar dar la cara y de huir del Congreso, está aumentando -aún más- el descontento y el cabreo del pueblo. A nuestro Jefe de Gobierno no le conviene rechazar el debate sobre el estado de la nación, pues su escasa aparición en los medios en los ámbitos políticos está debilitando su imagen de presidente comprometido con la nación, que pierde en favor de una cara mucho más esquiva. Esta postura tomada por el señor Rajoy parece romper con la premisa de confianza puesta en marcha en la campaña electoral.  No debería sin embargo, huir de un proceso democrático como este, ya que, a pesar de ser un recordatorio más de la dura austeridad que vivimos, es también una manera consolidar esa promesa electoral de transparencia, que ahora parece no estar cumpliendo. En otras palabras, realizar este debate supondría para el Ejecutivo un mal menor en comparación con huir sin más del gigante económico con forma de crisis que tanto nos atormenta a todos. A pesar de todo, parece que el Gobierno prefiere que se le acuse de falta de transparencia al negarse realizar el debate.

Obviamente, en la práctica este diálogo sirve de poco, pero se trata de un proceso en el que se puede discutir qué ha hecho mal y qué ha hecho bien el gobierno vigente. Este tipo de mecanismo otorga al Congreso la legitimidad y la capacidad legislativa de la que es poseedor. Aún así, la confianza en el Congreso y en el Gobierno de este país ha decaído considerablemente, y razones no faltan, ya que se tiende a pensar más en el partido que en el ciudadano, y a su vez, los partidos enfocan sus políticas pensando más en el voto del pueblo que en el mismo pueblo. Por eso es evidente que el Congreso no puede dejar pasar la ocasión de debatir, y el Gobierno no debe desechar esta opción, pues así demuestra la pluralidad que caracteriza a la Democracia. Pero paradójicamente, parece que la pluralidad no está de moda en un Parlamento que se ha acostumbrado a las mayorías absolutas y a rutinas políticas que perjudican a las minorías. Aún así, el debate sobre el estado de la nación no debería ser un asunto en tareas pendientes, pues es una ocasión perfecta para aclarar la política que está llevando España. Quizás sea esta la cuestión por la que al señor Rajoy le cuesta dar la cara. Nuestro presidente está ignorando que ha empezado a cavar su propia tumba.

Ahora más que nunca, la democracia en España debe adquirir el carácter dialógico de la que es merecedora. Procesos como el debate del estado de la nación son mecanismos útiles para que en nuestro país se dejen a un lado los partidismos y se pongan en la mesa las ideas de consenso y debate. El Ejecutivo, que lleva utilizando el recurso de transparencia desde el inicio de la legislatura, no debe dejar caer en saco roto sus promesas de sinceridad. No debe pasar por alto un debate como este, pues entonces, estará pasando por alto a su vez a la Cámara Baja y a sus miembros. Si el discurso de la herencia transmitida ha quedado ya obsoleto, mucho más deplorable es la actitud escapista que está tomando Rajoy con respecto a dar respuestas. Si no realiza el debate, que para él es un mal menor, estará dejando cada vez más claro que es preferible cerrar los ojos y no mirar el muro, que mirarlo y derrumbarlo. La situación económica no es favorable para España y al Gobierno lo que más le conviene ahora es garantizarse credibilidad, algo que irá perdiendo si no convoca el debate.

Sería demasiado tremendista decir que nuestro presidente se esconde más que Wally. Esperemos no tener que preguntar nunca ¿Dónde está Rajoy?


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Raquel Martín Juan
(@RachelMJ7)