Aumenta la desconfianza hacia
el Gobierno al no convocar el debate sobre el estado de la nación
La
decisión de Mariano Rajoy de no convocar este año el debate sobre el estado de
la nación ha despertado tensiones en los escaños del Parlamento. Aún no se
saben los motivos que han llevado al Ejecutivo a no realizar este debate en la
Cámara Baja. Sin embargo, parece que la no convocatoria de este proceso –que apenas gozaba de protagonismo en la
sociedad- ha aumentado aún más si cabe, el descontento de muchos sectores de la
población; empezando por los miembros del Congreso que forman la oposición, y
terminando por una ciudadanía cada vez más aquejada del malestar que supone la
fiebre de la crisis. Esta decisión tomada por un gobierno que firma los
recortes en nombre de una herencia transmitida y austeridad puede suponer dos
aspectos. El primero confiere a la puesta en evidencia de la transparencia que
caracterizaba al PP en la campaña electoral. El segundo aspecto ahonda más en el
seno del Congreso, que hace ver que el Gobierno falta al respeto a los
diputados, o así quieren dejar claro el PSOE y el resto de grupos
parlamentarios de la Cámara Baja. Son estos los que han hecho la petición de
que este proceso esté obligado a hacerse por ley, pues el debate sobre el
estado de la nación no figura en la Constitución. Pudiera decirse que el señor Rajoy no está obligado
legítimamente a dar la cara frente al Parlamento, pero ¿y éticamente? Esta
ausencia de respuestas al Congreso por parte del Gobierno hacen aún más
evidentes todas esas afirmaciones que acusan a Rajoy de ser el eterno ausente.
Pero interiorizando aún más, se pone en duda la utilidad del Congreso como
órgano de control.
Como
se ha dicho, el debate sobre el estado de la nación no es un proceso
constitucional, ya que no figura en la carta magna. Pero sí es un elemento
democratizador que resulta ser un instrumento de control al gobierno y un mecanismo
bastante útil para sintetizar y hacer un balance de la política efectuada por
el gobierno durante el primer año de legislatura. Desde que en 1983 Felipe
González llevase a cabo el primero, se han convocado 22 sesiones de este tipo,
llevándose a cabo de manera simultánea, a excepción de ocasiones en las que se
habían convocado elecciones. Rajoy parece usar este hecho como excusa para
hacer oídos sordos a la petición de los diputados de realizarlo.
El
PP se presentó a las pasadas elecciones con las consignas de transparencia y
verdad. Comenzó su andadura en el gobierno tomando las medidas más duras que
España ha tenido, poniendo en peligro aún más, el Estado del Bienestar con
políticas de recortes y austeridad. A pesar de los daños sufridos, los
españoles se lo perdonamos, relativamente –no quedaba otro remedio- porque
somos conscientes de que vivimos tiempos difíciles, además de que esta vez se
nos estaban diciendo las cosas tal y como eran, a diferencia del gobierno
anterior.
Sin
embargo, la nueva postura tomada por el señor Rajoy de esquivar, de evitar dar
la cara y de huir del Congreso, está aumentando -aún más- el descontento y el
cabreo del pueblo. A nuestro Jefe de Gobierno no le conviene rechazar el debate
sobre el estado de la nación, pues su escasa aparición en los medios en los
ámbitos políticos está debilitando su imagen de presidente comprometido con la
nación, que pierde en favor de una cara mucho más esquiva. Esta postura tomada
por el señor Rajoy parece romper con la premisa de confianza puesta en marcha
en la campaña electoral. No debería sin
embargo, huir de un proceso democrático como este, ya que, a pesar de ser un
recordatorio más de la dura austeridad que vivimos, es también una manera
consolidar esa promesa electoral de transparencia, que ahora parece no estar
cumpliendo. En otras palabras, realizar este debate supondría para el Ejecutivo
un mal menor en comparación con huir sin más del gigante económico con forma de
crisis que tanto nos atormenta a todos. A pesar de todo, parece que el Gobierno
prefiere que se le acuse de falta de transparencia al negarse realizar el
debate.
Obviamente,
en la práctica este diálogo sirve de poco, pero se trata de un proceso en el
que se puede discutir qué ha hecho mal y qué ha hecho bien el gobierno vigente.
Este tipo de mecanismo otorga al Congreso la legitimidad y la capacidad
legislativa de la que es poseedor. Aún así, la confianza en el Congreso y en el
Gobierno de este país ha decaído considerablemente, y razones no faltan, ya que
se tiende a pensar más en el partido que en el ciudadano, y a su vez, los
partidos enfocan sus políticas pensando más en el voto del pueblo que en el
mismo pueblo. Por eso es evidente que el Congreso no puede dejar pasar la
ocasión de debatir, y el Gobierno no debe desechar esta opción, pues así
demuestra la pluralidad que caracteriza a la Democracia. Pero paradójicamente,
parece que la pluralidad no está de moda en un Parlamento que se ha acostumbrado
a las mayorías absolutas y a rutinas políticas que perjudican a las minorías.
Aún así, el debate sobre el estado de la nación no debería ser un asunto en
tareas pendientes, pues es una ocasión perfecta para aclarar la política que
está llevando España. Quizás sea esta la cuestión por la que al señor Rajoy le
cuesta dar la cara. Nuestro presidente está ignorando que ha empezado a cavar
su propia tumba.
Ahora
más que nunca, la democracia en España debe adquirir el carácter dialógico de
la que es merecedora. Procesos como el debate del estado de la nación son
mecanismos útiles para que en nuestro país se dejen a un lado los partidismos y
se pongan en la mesa las ideas de consenso y debate. El Ejecutivo, que lleva
utilizando el recurso de transparencia desde el inicio de la legislatura, no
debe dejar caer en saco roto sus promesas de sinceridad. No debe pasar por alto
un debate como este, pues entonces, estará pasando por alto a su vez a la
Cámara Baja y a sus miembros. Si el discurso de la herencia transmitida ha
quedado ya obsoleto, mucho más deplorable es la actitud escapista que está
tomando Rajoy con respecto a dar respuestas. Si no realiza el debate, que para
él es un mal menor, estará dejando cada vez más claro que es preferible cerrar
los ojos y no mirar el muro, que mirarlo y derrumbarlo. La situación económica
no es favorable para España y al Gobierno lo que más le conviene ahora es
garantizarse credibilidad, algo que irá perdiendo si no convoca el debate.
Sería
demasiado tremendista decir que nuestro presidente se esconde más que Wally.
Esperemos no tener que preguntar nunca ¿Dónde está Rajoy?
Otros Principios
Raquel Martín Juan
(@RachelMJ7)
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